
Amistad, tranquilidad, salud, convivencia, felicidad… son tan solo algunnas de las primeras palabras que me vienen a la mente al pensar en el intercambio que pude disfrutar en Kloogaranna (Estonia).
Un intercambio en el que todos empezamos personalizando una taza y que se acabó intentando dar forma a un trozo de plastilina, para expresar lo que habíamos sentido allí durante aquella semana.
Aunque parecen dos hechos insignificantes, o porqué no decirlo alguien podría pensar que son tonterías, el hecho de dar forma a un pedazo de plastelina e intentar reflejar en él lo sentido puede resultar difícil. En este momento me percaté de que a veces no nos damos cuenta de lo que realmente hemos vivido, y no aprovechamos lo aprendido.
De Estonia pues, me he llevado que hay cosas de la vida diaria que podemos cambiar por cosas más saludables y que incluso nos hacen sentir mejor y más felices. Estamos inmersos en una rutina, y muchas veces no podemos ni tan solo decidir que nos gustaría hacer.
No podré olvidar el momento en que estuvimos escuchando el mar, tumbados al medio del bosque, y es que además, el entorno en el que se desarrolló el intercambio era idílico: la playa cerca, bosque, e incluso se podía disfrutar del silencio, algo tan poco cotidiano en nuestras vidas.
El compartir el intercambio con gente de Grecia, Eslovenia y Estonia me ha dado la oportunidad de relacionarme y conocer gente de otros países, su cultura y también algunas palabras de sus idiomas.
El ambiente de amistad y de compañerismo que se creó durante el intercambio me encantó. Realizar ciertas actividades en grupo, desde masajes y talleres de relajación hasta incluso la fiesta intercultural, proporcionó este agradable ambiente.
Era mi primer intercambio, pero desde luego es una experiencia irrepetible y que recomiendo.
Para mirar el álbum, clica aquí.
Un intercambio en el que todos empezamos personalizando una taza y que se acabó intentando dar forma a un trozo de plastilina, para expresar lo que habíamos sentido allí durante aquella semana.
Aunque parecen dos hechos insignificantes, o porqué no decirlo alguien podría pensar que son tonterías, el hecho de dar forma a un pedazo de plastelina e intentar reflejar en él lo sentido puede resultar difícil. En este momento me percaté de que a veces no nos damos cuenta de lo que realmente hemos vivido, y no aprovechamos lo aprendido.
De Estonia pues, me he llevado que hay cosas de la vida diaria que podemos cambiar por cosas más saludables y que incluso nos hacen sentir mejor y más felices. Estamos inmersos en una rutina, y muchas veces no podemos ni tan solo decidir que nos gustaría hacer.
No podré olvidar el momento en que estuvimos escuchando el mar, tumbados al medio del bosque, y es que además, el entorno en el que se desarrolló el intercambio era idílico: la playa cerca, bosque, e incluso se podía disfrutar del silencio, algo tan poco cotidiano en nuestras vidas.
El compartir el intercambio con gente de Grecia, Eslovenia y Estonia me ha dado la oportunidad de relacionarme y conocer gente de otros países, su cultura y también algunas palabras de sus idiomas.
El ambiente de amistad y de compañerismo que se creó durante el intercambio me encantó. Realizar ciertas actividades en grupo, desde masajes y talleres de relajación hasta incluso la fiesta intercultural, proporcionó este agradable ambiente.
Era mi primer intercambio, pero desde luego es una experiencia irrepetible y que recomiendo.
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